Las inmensas llanuras estadounidenses y la ausencia de depredadores naturales contribuyeron a su rapidísima expansión. De hecho, una manada de mustangos puede doblar su tamaño cada cinco años.
Han sido muy apreciados por aborígenes y pioneros por estar dotados de una gran resistencia y fortaleza, producto de un enorme desarrollo muscular.
A comienzos del siglo XX los mustangos llegaron a alcanzar los dos millones de cabezas. Se convirtieron en un problema para los ganaderos, ya que competían con sus reses por el pasto. Así comenzó su caza, y su número se redujo paulatinamente hasta quedar en tan sólo unos 320.000 animales a finales de la década de los 60. A la vista del rápido declive del número de cabezas, en 1971 el Congreso estadounidense aprobó una ley que declaraba al mustango especie protegida.
Los primeros Mustangs eran los descendiente de los caballos ibéricos que llegaron a las cosatas de México y Florida. La mayoría de estos caballos eran de procedencia Andaluza, de ascendencia árabe. Algunos de estos caballos escaparon o fueron capturados por los nativos americanos, y la especie se extendió rápidamente por todo el oeste de América del Norte.
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